El manga y el anime en Cuba

Librería La Tertulia
7 min readFeb 9, 2021

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Tomada de newsweek

Por Mario Masvidal Saavedra

La cultura del cómic casi desapareció de Cuba poco después de 1959, cuando se satanizó ideológicamente todo producto emanado de la industria cultural norteamericana. Cierto es también que por entonces las publicaciones de libros y materiales escolares a precios módicos se incrementaron exponencialmente en la isla. Gracias a ello puso en manos de todos mucho de lo mejor de la literatura nacional y mundial, mientras el cómic fue considerado en general como pseudo cultura.

No obstante el estado comatoso del consumo de cómics en la isla, un grupo de dibujantes del patio, con fuerte vocación de historietistas, lucharon por mantener viva esta forma de arte con nuevos contenidos y enfoques. Así, en tabloides semanales como Lunes de Revolución, Mella, El Sable, Palante y Pionero se mostraba el nuevo cómic nacional; el cual abarcaba diversos géneros y temáticas como las aventuras, el humor, la sátira política, la ciencia ficción, etc.

Tomada del perfil oficial de Zunzún en Medium

Hubo esporádicos intentos de publicar cómics en formato de revista con frecuencia mensual durante la década de los 60, especializados por temas como las aventuras, la ciencia ficción, el humor y los temas de la vida cotidiana. En décadas posteriores aparecieron otras publicaciones que también incorporaron el cómic como forma de expresión. Surgieron las revistas infantiles Zunzún y Bijirita, la revista científico-técnica Juventud Técnica -con una página con soluciones domésticas en formato de historieta gráfica- y los semanarios humorísticos DDT y Melaíto, ambos conformados casi totalmente por caricaturas e historietas. En esas publicaciones cubanas de o con cómics surgieron los famosos relatos humorísticos sobre vampiros que más tarde evolucionarían y serían la base de los míticos Vampiros en La Habana, y también nació allí el emblemático Elpidio Valdés, todos de la autoría de Juan Padrón.

Tomada de Rarovhs

Una lista incompleta de las historietas más populares de aquellas publicaciones incluye Hindra, de Tulio Raggi; Gugulandia, de Hernán H.; Matojo, de Lillo; Yeyin, de Ernesto Padrón; Cecilín y Coti de Cecilio Avilés; El Capitán Plin y la Isla del Coco, de Jorge Oliver entre otros, y de los cuales muchos fueron llevados al cine de animación en la isla (ICAIC). En resumen, la pasión por las historietas gráficas en Cuba -que no así la de los animados nacionales- se mantuvo latiendo muy discretamente, a un nivel mínimo. Como nos recuerda una canción de Carlos Varela, la generación que nació y creció con la Revolución no tuvo Superman, pero sí tuvo Elpidio Valdés.

Con tales antecedentes, resulta sorprendente que el cómic japonés en particular -conocido mundialmente como “manga”- haya tenido impacto en la juventud cubana de las décadas comprendidas entre 1970 y 1990. De hecho, en la isla nunca se había comercializado el cómic foráneo y hasta el presente sigue siendo así. Pero la cultura manga llegó a Cuba por vía del anime o animado japonés. Fue así como desde niños hasta jóvenes de la isla quedaron atrapados por aquella nueva visualidad y sus relatos que a partir de los 60´ se exhibían de vez en vez en el cine y la televisión cubanas.Sin embargo, si se tiene en cuenta el relativamente bajo nivel de exposición al influjo de los animes al que se podía someter un joven cubano de aquellos años 70´ y 80´, resulta también difícil de explicar el crecimiento gradual y sostenido del gusto por el anime en el país.

En la década de los 90´, fue que los jóvenes con el acceso paulatino y creciente a videocaseteras (Betamax y VHS) primero y luego a computadoras, unido al surgimiento de un mercado informal de audiovisuales -los llamados bancos de videos-, que los jóvenes, principalmente de las áreas urbanas del país, tuvieron mayor y mejor acceso a los audiovisuales nipones. Fue creciendo así un público ávido y cada vez más conocedor del anime y por consiguiente del manga, dado que la inmensa mayoría de estos últimos eran posteriormente llevados al cine de animación.

Japón había incorporado en su revitalizada industria audiovisual la práctica de llevar las historietas gráficas de probado éxito a dibujos animados. Tendencia que tuvo sus inicios en los Estados Unidos en el pasado siglo y que aún se mantiene allí con fuerza bajo el liderazgo de la DC y de la Marvel. En Cuba el segmento juvenil más culto fue mucho más allá del mero goce de los animados nipones y se interesó por sus fuentes y lógicamente por su cultura. El acceso a internet y otras posibilidades tecnológicas (CDs, CD players, nanos, telefonía móvil, etc.) amplió el conocimiento y las posibilidades de intercambios entre los seguidores del anime y del manga. Ello permitió y propició el surgimiento espontáneo de asociaciones no formales de jóvenes seguidores de la cultura manga (los denominados “otakus”, que en japonés significa obsesos, fanáticos) y también de los amantes de los relatos de ciencia ficción y de fantasía heroica para quienes los mangas y los animes ocupan un lugar privilegiado en sus intereses.

Tomada de Tonica

Estos grupos (que en su mayoría se denominan e identifican con una frase o un nombre en japonés) organizan desde hace más de una década sus propios eventos y ferias donde se realizan cosplays (encuentro de jóvenes ataviados de personajes de los mangas y animes), recitales y concursos de cantos de temas musicales famosos de los animes -en japonés, claro está-, se intercambian materiales, ideas, dibujos e historietas propias, etc.

El impacto de la cultura manga en Cuba ha ido más allá del mero disfrute de los productos de la industria cultural nipona. Ello se aprecia claramente en la labor creativa de jóvenes cineastas de la animación, de los jóvenes historietistas, diseñadores y artistas plásticos y visuales en general, que han incorporado elementos de la estética del manga en sus obras. Muchos de los amantes del manga y del anime hoy estudian japonés y otros toman talleres de origamis, de caligrafía japonesa, de ikebanas, de artes marciales como el kendo, el jiu-jitsu, el karate, el judo, el go; y aun otros se interesan por el budismo zen.

Tomada del perfil de Facebook de la Organización OM Meditación en Cuba

Incluso las instituciones del país se han visto compelidas a responder a las necesidades de este movimiento espontáneo y por ello se han creado cátedras de estudios japoneses en universidades como la Universidad de las Artes (ISA) y la Universidad de La Habana. En sintonía con estos, el Instituto Superior de Diseño (ISDI) llegó a organizar durante varios años un festival interno de animados -con cierta inspiración manga- totalmente realizados por sus estudiantes.

El Instituto Nacional de Deportes, Educación física y recreación (INDER) por su parte creó una sección de Go, que promueve la práctica de este juego de mesa, considerado una de las artes marciales de Japón, Corea y China, entre los jóvenes de la isla. Igualmente, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) efectuó discretas adquisiciones de animados nipones en el mercado internacional y muchos de ellos fueron doblados por destacados actores cubanos (existían equipos profesionales de doblaje que incluían un director de doblaje, técnicos de grabación y sonido, asesores, actores, entre otros especialistas) en estudios de dicha institución.

Tomada de Ecured

Asimismo, el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) comenzó a incluir animados japoneses en su programación televisiva para el público infanto-juvenil, y en el presente mantiene tres programas habituales con presencia parcial o total de animados japoneses, además de presentaciones esporádicas de series y de largometrajes de animación de este tipo. Y todavía más, instituciones como La Casa del Asia, La Vitrina de Valonia (ambas pertenecientes a la Oficina del Historiador de La Habana), el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo de Arte de Pinar del Río (MAPRI) han organizado regularmente muestras, exhibiciones y eventos relacionados con el manga y el anime como parte de sus respectivas acciones de acercamiento a la cultura japonesa.

Como se puede apreciar en este breve e incompleto recorrido, el manga y el anime han sido sin dudas los más efectivos embajadores de la cultura nipona en Cuba en los últimos 30 años y han logrado sumar miles de seguidores en el país. Ello ha sido el resultado de una bien diseñada política de soft power, instrumentada por el gobierno japonés a nivel internacional para lograr conseguir protagonismo e influencia en el planeta a través de su cultura, una estrategia que ya en el presente copian Corea del Sur y China.

Miami, 2021, y febrero.

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